el tipo viejo en el piano bar
No sé cuán malo es en aquel lugar de manteles blancos. Probablemente sea un pariente del dueño. Se sienta al piano y toca de la manera más obvia y cansadora a Jerome Kern o Scott Joplin o Gershwin. Nadie aplaude ni pide una tonada, están masticando o conversando. El no me da pena ni siente pena por mí. Parte de su trabajo es saludar cuando alguien entra, mirándote desde las teclas, y decir ‘buenas noches’ cuando te vas mientras sigue tocando. Pero a veces tengo una fantasía mientras estoy sentado en mi mesa: un extraño con un sobretodo oscuro, el sombrero de fieltro ocultándole los ojos, introduce una mano en el sobretodo, extrae una .45 y dispara cuatro veces, dos al piano y dos al pianista. Luego se hace un silencio. El hombre se levanta lentamente y se va caminando. La gente continúa hablando y riendo y bebiendo y masticando, y el mozo viene y me pregunta:
-¿Está todo bien, señor?
Y yo respondo:
-Todo está hermoso.
-Gracias señor –dice, y se aleja mientras se aproxima a través de la noche el sonido de una sirena.