el nuevo homeless
He estado conduciendo en esta calle arbolada por doce años, más o menos, en mi camino a ninguna parte. Pasé las mansiones, las sendas para los ponys, el exuberante olor del dinero y la seguridad. Pero ahora, en el más extraño de los tiempos, partes de la estructura se han venido abajo de pronto, llevándose algunos de los modestamente ricos a un viaje largo y oscuro. Otros permanecieron intactos. En el diario de hoy leí que algunas de esas casas de 850.000 dólares habían sido construidas sobre un relleno de tierra. Los caminos se rompen, los jardines se hunden, las casas tiemblan, las paredes y pisos se resquebrajan. Hay fuertes explosiones por las noches. Se forman pozos en el suelo de los cuales emanan gases hediondos que deben ser tóxicos y explosivos. Los árboles se están muriendo y nada crecerá en los terrenos. Las casas son invendibles pero se les sigue aplicando impuestos de primer nivel. Hasta las sendas de los ponys se están desplomando, peligrosamente. Los caballos se quedan en sus establos endebles…
Esta era la gente que creía que había vencido al sistema, los que siguieron las opciones educadas e inteligentes. Ahora, están acabados. Y los constructores y los corredores de bienes raíces que los estafaron se han ido hace tiempo a climas más seguros y benignos. Estados Unidos, el hermoso país, de pronto se tornó horrible. Una y otra vez, vida tras vida, de un modo u otro, siempre alguien será clásicamente arruinado.