el infierno de cada hombre es diferente
Recibí informes de un querido amigo en Europa. El no es de los que se quejan, de modo que lo que aprendí él no me lo enseño. Pero él no podía ocultar todo, y algo se filtró por otras fuentes. Tiene que ir al hospital todos los días, se está muriendo de a poquito. Su vida doméstica ha sido largamente infeliz, y ahora su mujer se transformó en una suicida. La mayoría de mis cartas no las contestaba, y cuando respondía lo hacía de manera cortante y rígida. Supe que no podía beber, fumar, ni siquiera tomar café, y que tenía problemas de empleo. No es viejo. Mi amigo siempre quiso ser escritor, devino en traductor que vuelca el lenguaje de los practicantes exitosos en el suyo propio. Las duras y largas horas con el sueño de quedarse cada vez más y más débil e inútil, su mujer volviéndose loca. «¡Siempre estás tipeando!». Una infelicidad matadora: jamás saber lo que deberías haber sido.