Dreiser tampoco era tan vehemente

El es realmente un buen tipo, de buen corazón, pero no sé qué hacer con él: está corroído por un entusiasmo desmedido. Y yo no deseo herirlo. Llama con frecuencia por teléfono.

-Estoy trabajando en mi novela –dirá.

-Bien –responderé.

-Ciento veintitres páginas…

Luego hablará de otras cosas, para volver después a la novela. Finalmente terminará la conversación.

-¿Era Harry? –preguntará mi esposa.

-Sí, era Harry…

Pasará un día o dos, yo volveré del hipódromo y mi esposa dirá:

-Llamó Harry.

-Ah…

-Me habló sobre su novela…

-Ciento veintitres páginas…

-Ciento treintaicinco páginas…, también dijo que creó un par de personajes nuevos.

-Sí, me lo dijo, y le dije que estaba bien: es ficción…

-Nos dice a los dos las mismas cosas –dijo mi esposa.

-Sí…

Usualmente Harry llama por las mañanas, yo sólo deseo que espere hasta la noche pero vive muy excitado. Podría ser una buena novela, quizá lo sea, espero, sólo deseo que no hable de ella todo el tiempo.

-Ojalá no hablara todo el tiempo de la novela –le dije a mi esposa.

-¿Por qué no se lo decís?

-Cristo, ¡de ninguna manera puedo desalentarlo!

-El te aprecia, decíselo…

-Mirá, Scott Fizgerald solía leerle sus obras a su mujer apenas las terminaba. Eso es aún peor que hablar de ellas.

-Pero vos una vez dijiste que Scott Fitzgerald era uno de los escritores más sobreestimados de nuestro tiempo…

-Simplemente no puedo decirle a Harry que deje de hablar de su novela –respondí.

-Es tu amigo…

-Quizá sea tu amigo –dije.

-Pero yo no soy escritora…

-Por eso –dije-, debemos bendecir a los dioses y a todo lo demás.

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