Exceso de Tequila

Exceso de Tequila

por Alvaro Correa

Primera botella

1

España, 1500

Burbujeaba humeante una sopa de pavita en el caserón de la familia Cortés. A las siete de la noche, Doña Catalina la revolvía con un cucharón de cobre, canturreando dulcemente, a la par del coro de curas que paseaba su devoción por las callejuelas de Medellín. Las coles se entrechocaban con las cebollas y los nabos flotaban en el hervor, sacudidos por las zanahorias que circulaban desorbitadas.

Se desvanecía el siglo XV y había que festejarlo. Las letanías se sucedían con ton y son, intercaladas con sonsonetes de alegría. Se trataba de la procesión con la cual el pueblo recibía a una era alimentada con presagios extraordinarios. ¡Nuevo Mundo por conquistar! Los campesinos le seguían el rastro a los clérigos, les sostenían las cruces y las caperuzas, algunos hasta palmeaban sus traseros, excitados y regocijados: la fe en el Todopoderoso comenzaba a brindar frutos dulces, riquezas impensadas, paraísos palpables. Sus estómagos menesterosos iban en pos de la comida que ofrecería el alcalde en el patio del Ayuntamiento. Decaía el naranja del cielo y se prendían las primeras antorchas. Cánticos alabando a la Santísima Trinidad manifestaban la esperanza de miles de medellinos, que con sus cerdos y cabras a cuestas recorrían el trayecto. A veces mezclaban el fervor místico con pullas y alaridos, reflejos de su hambre infinita… Pero a los sacerdotes eso no les importaba. Varios siglos de pobreza y sufrimiento concluían, y por fin, sus ruegos estaban siendo contemplados por el triste hombrecito coronado de espinas, dispuesto a saciar unas cuantas angurrias.

Exceso de Tequila – Capítulo 1

 

Capítulo 2. América, en el mismo cambio de siglo

-A tí, Mixcoatl, dios de la tierra, sí te repito, dános la mejor cosecha, dános las mejores bananas, el chocolate más exquisito y los aguacates bien carnosos. Arruina los sembradíos de los maliciosos habitantes de Cholula, haz que se produzca una hambruna terrible en el valle de México, castiga como es debido a los repugnantes recaudadores que vienen a quitarnos el pan, y todos los frutos que a base de un trabajo descomunal hemos rescatado de tu seno -oraba una princesa chiquilina.

-No, así no, noble Susurro del Viento, hija de Mamalinchan. El dios jamás te hará caso si sólo te diriges a él para que haga prodigios con nuestras tierras o mande pestes a nuestros enemigos. Tienes que adularlo y tributarle una prenda íntima que él sepa apreciar. ¿Cuándo se vio que un Dios responda a un súbdito que no demuestre de algún modo su adoración? Vamos, sé más ferviente. Eres muy fría. Tu vocecita no llegará a sus infinitos oídos, no lograrás conmoverlo con esa súplica mezquina -la reconvino su maestra, la sacerdotisa Coaxilina, concubina preferida de su padre Coaxchitl.

Exceso de Tequila-Capítulo 2

 

Capítulo 3

Las declinaciones de los sustantivos latinos comenzaban a encrespar el ánimo de Hernán. Ni qué referirse a las conjugaciones de los verbos. El examen que el ceremonioso maestro Hidalgo había depositado sobre su pupitre estaba completado con garabatos inextricables. Sus intentos de interpretar las oraciones dispuestas en la pizarra eran vanos. Las letras se le borroneaban y confundía los pronombres con los adjetivos. Cuando el profesor procuraba espiar su hoja con un exagerado porte doctoral, Hernán la cubría con sus brazos y simulaba estar reconcentrado en los vericuetos de la lengua religiosa. Sus condiscípulos sí se esforzaban por descifrar los nominativos y acusativos, las palabras pertenecientes al género neutro, las trampas idiomáticas que les interponía el vanidoso catedrático. En el luminoso salón de la Universidad de Salamanca imperaba un silencio sólo interrumpido cuando algún estudiante le avisaba orgulloso a Hidalgo que había concluido la prueba. Hernán respetaba el aire de erudición que se respiraba pero no lo compartía; a su mente no le importaban las hazañas narradas por Virgilio. El era capaz de realizar mejores proezas, y no tan envueltas de un lirismo melifluo y abrumador. Anhelaba con locura que llegase la hora en que el reloj de bolsillo de Hidalgo anunciara la finalización de la clase, sus pensamientos se evadían a toda costa de la pluma descansando en el tintero. Se desviaban hacia los ojos verdes y melancólicos de doña Margarita de Alonso, una moza que le sonreía todos las mañanas desde el balcón de su mansión mientras deshojaba unas rosas con mohínes graciosos y desenvueltos. El la contemplaba apostado en la ventana de su cuarto que enfrentaba al hogar de los Alonso, y le respondía alzando su mano con caballeroso gesto. Ella estaba casada con un teniente bravucón que había perdido su mano izquierda en un duelo con un marqués aspirante a gozar de su esbelto talle, el cual había visto en el mirar de Margarita el mismo dejo de insatisfacción y sed de amoríos que Hernán creía avizorar. Más cerca de una certeza que una mera ilusión, la belleza de la mujer había impulsado una tarde al joven Cortés a escaparse de su reducto, utilizando unas sogas resistentes con las cuales trepar los techos, para dedicarle unas palabras galantes a su preciosidad. Y se desvivía por repetir su arrojada acción, aún más cuando recordó el rubor que se encendió en las mejillas de ella la vez que se atrevió a expresarle su admiración. Entonces, arrebatado, le anunció al latinista:

-Terminé.

Capítulo 3 – Exceso de Tequila

 

Capítulo 4

Allá, cruzando el Atlántico, calaveras y máscaras grotescas desfilaban junto a un manantial lindero a la cueva de los muertos, a una milla del pueblo de Painala. Violines decorados con conchas de abulón perseguían el ritmo de tambores de tripas de quetzal. Es el mismo comienzo de siglo pero en un mundo completamente distinto. Aquí el tiempo es inmensurable. Es una sustancia plástica que se estira y encoge, puntos concentrados de eternidad en los cuales los aborígenes se zambullen. Se reproducen, trabajan y fallecen sin la menor noción de la monotonía de los relojes, sólo saben que los dioses disponen ciclos para las cosechas y gobiernos, y presienten que el imperio mexica perdurará hasta que venga un Dios desterrado a desafiarlo.

Capítulo 4 – Exceso de Tequila

 

Capítulo 5

La culada que se dio Hernán fue el primero de una larga serie de accidentes que padeció en su afán de penetrar a Margarita. Cojeando y con el trasero achicharrado por la caída, volvió a trepar el muro que lo separaba de su maduro y lascivo objeto de deseo. Tras deslizarse como una araña, aferrándose a peldaños de ínfimo espesor, y cuando ya estaba listo para cruzar la baranda y abalanzarse a sus pechos, se enganchó los testículos en un montante de hierro. Ella lo calmó con largas chupadas. El acabó exhausto en aquel encuentro.

-Ya, tranquilízate. Pronto sanarás -le dijo ella mientras acariciaba su semblante exánime de dolor y goce.

Y ciertamente no se podía mover. Una parálisis dominó todos sus músculos durante más de cinco minutos. El pobre bachiller estaba hundido en una visión inmóvil: el abismo de la eyaculación, el éxtasis absoluto, la diosa recibiendo su amargo licor de vida. Y de allí no había pasado, su mente se había detenido por completo.

Capítulo 5 – Exceso de tequila

 

Capítulo 6

Cuatro veces los comerciantes de Xicalango le cambiaron el nombre a Malintzin, cinco la tuvieron que revender al devolverla los incautos compradores, defraudados por el carácter disgustante de la joven. Además, ciertas ordenanzas restringían la compra-venta de esclavos-niños a mercados determinados, y era una molestia cargar con la niña retraída y huraña, que no hacía más que gruñirles improperios. Finalmente se desprendieron de ella en una encrucijada. Se birfurcaban dos senderos: uno hacia Tabasco y el otro a Cholula. Allí se la podían encajar a un tonto campesino desprevenido. Bajo una palapa que los protegía de un sol calcinante, donde se sentaron a comer unas vituallas, la deploraron y le dijeron que la dejarían abandonada, que iba a enloquecer sola. Por ninguna vía aparecían caravanas de mercaderes.

Exceso de Tequila – Capítulo 6

Capítulo 7

¡Cuba, tierra encinta con aborígenes peleadores, germen del cual brotaron señores principales de legendario valor, cuyas proezas y obras hilaron una fama infinita…! Verdor y esplendidez, mulatas paradisíacas, alcohol, tabaco y deleite. Hombres y mujeres concentrados en disfrutar, procrear vida y matar a los intrusos que a veces les interrumpían su paz. Por un caso excepcional, esta vez los molestos invasores provenían de un reino fabuloso e ignoto, representado por un puñado de barbudos con mortales bombardas. El poder feroz de los monstruos ultramarinos pasó como un torbellino, dejando la tierra asolada. Capitanes titánicos sobrevivieron a la veloz matanza. Se retiraron a los montes y allí resistieron -escribía en su bitácora un soldado de baja estofa llamado Alvaro Correa.

Exceso de Tequila – Capítulo 7

 

Capítulo 8

Cadenas de sacrificios humanos mediante, ciclos giratorios de tiranuelos aberrantes, carrera demencial de exterminios. Hediondez pertinaz atravesando la tierra. Arriban en naves gigantescas. Muchos blancos pero han comenzado a importar negros, cosa de no ver en el universo del Joven-tigre, y menos en el de anciano-Brujo. Los replegados indios de Cuba habían recalado en México. Eran eximios navegantes, y supieron guiar sus balsas entre violentas mareas. En Cozumel los recibieron con alegría, y les depararon un trato excelente. Pero sus almas no estaban preparadas para disfrutar los colmenares de la isla. Se habían propuesto destruir una de esas informes embarcaciones, desviar las rutas de los tiburones hacia sus velas, avisar a los enormes ejércitos de los tlascaltecas cómo se mataban caballos y cómo se vulneraban los escudos españoles.

Exceso de Tequila – Capítulo 8

 

Capítulo 9

El Gobernador Diego Velázquez estaba enervado hasta los tuétanos. Habían pasado dos años de la zarpada de Grijalva, y los indios de las islas occidentales le informaban sobre la existencia de fuerzas invencibles adentro del continente. La desaparición de su armada podía implicar un desdoro para su honra, un bochorno insufrible para su capital. No quería contentarse con puras plantaciones de azúcar, o sucias destilerías de ron. El Nuevo Mundo se expandía ante su ávida mirada, poblado de cerros ricos por explotar. Escupieran lava u oro, plata o destructoras partículas ígneas, los paisajes debían resquebrajarse, desmontarse a barretazos limpios si hiciera falta. Fácilmente se recaudaban tributos de tribus abatidas por sus carabinas, y esta circunstancia propició el florecimiento de empresas bandoleras en los edénicos lugares que los españoles iban descubriendo.

Exceso de tequila – Capítulo 9

 

Capítulo 10

Los privilegios de la acomodada Malintzin molestaban a las demás esclavas de Paloantzin, cacique de Centla. Sus posturas arrogantes cuando paseaba detrás de su Catzontzin, directamente las desquiciaba. Se juntaban tres o cuatro cerca de un pantano para juntar lodo inmundo. Lo escondían en bolsas de yute y luego se lo arrojaban denostándola con toda clase de obscenidades. Sin embargo, su envidia se transformaba en respeto cuando la enfrentaban mano a mano, o cabeza a cabeza. En el trato personal, Malintzin las aplastaba. Les dejaba el espíritu rebelde por el suelo, les pellizcaba las orejas violentamente; a algunas llegó a mordisquearles sus temblorosos pescuezos.

Exceso de tequila – Capítulo 10

 

Segunda botella

Capítulo 11

Puerto de Fernandina, tráfico de mercachifles, aparejos aparejados. Las olas tibias saludaban a un sol bobo, los mástiles de las naves de Cortés trepaban la atmósfera erguidos, los velámenes eran auténticas arboladuras del espacio. Velas desplegándose, pellizcando el viento con chasquidos. Los esclavos las contemplaban estupefactos. Ellos las habían construido. Cualquiera de las diez naves era oportuna para escaparse de Cuba. El régimen de Velázquez era represor y destructivo. La tierra se había convertido en una tripa seca. Sucesivas pestes legaron pueblos fantasmales, miles de cadáveres invadidos por hormigas, estiércol inerte flotando sobre los ríos… La Corte de doña Juana, y su hijo, Carlos V, habían enviado varios médicos a América, pero estos no podían controlar las epidemias. Por una solicitud especialísima de Cortés, los reyes habían mandado al mismo Peñate. El galeno revisaba las palpitaciones de la parturienta. Catalina le había dado el primer vástago a Hernán. El capitán se estaba despidiendo de ambos. Acariciaba con sus labios los rizos sudorosos de su mujer, le chasqueaba la nalga a su Hernancito, y olisqueaba el denso calor de la estancia. El galeno se peinó el bigote, dio instrucciones a una esclava para que preparara su té de nanches. El gurrumino plañía a pulmón abierto. Un día apenas de vida, divisando sus colores como un pintor cegatón. Llantos y leche de tetonas nodrizas cubanas. Doña Cortés, medio dormida, ojerosa y con las pupilas secas, despepitaba un pepón fresco. El niño se había liado en las trompas y fue difícil sacarlo. Ella había perdido sangre a borbotones copiosos, y estaba sumamente demacrada. Cortés jamás la había visto con un rostro tan espectral.

Exceso de tequila – Capítulo 11

 

Capítulo 12

El precario batel de Melchor, balsero renegado y felón que veneraba la Nueva Religión impuesta por los barbudos, oscilaba en medio de un oleaje voraz. La isla Fernandina ya era un punto invisible. El joven estaba dispuesto a naufragar, a hundirse en las profundidades del mar, para demostrarle a Cortés que era valiente, que sus agallas eran las de un cristiano luchador, un cruzado que podía degollar infieles. El capitán se entretenía en la cubierta, chanceando sobre la suerte del cubanito servil.

-Este embate del oeste lo derribará. Este ventarrón sí que lo hunde, con ese trapo empapado no se mantendrá ni un segundo. A que se cae. ¿Veinte duros a uno que se lo traga? ¿Quien va en contra? ¡Vamos, veinte a uno! -alardeó Antón de Alominos, entre carcajadas que lanzaba extendiendo los brazos.

Exceso de Tequila – Capítulo 12

 

Capitulo 13

Contrariando a Melchor y un mar borrascoso, al mediodía del tercer día Rodrigo de Figueroa avistó una canoa a vela que traía a uno de los españoles perdidos, el cura Gerónimo de Aguilar. Al principio, no reconocieron su origen. Su aspecto no se diferenciaba de los otros mayas que iban con él: moreno, trasquilado, marchaba con un remo al hombro y un braguero bailoteando sobre sus partes pudendas. Los navegantes se aproximaron a la Junta de Capitanes españoles haciendo bromas entre ellos, riendo sinceramente. Uno de ellos se frotaba los ojos como si emergiese de un sueño pesado. Al frenarse frente a los adustos capitanes se callaron. El cielo gris goteaba levemente. Sólo el rugido de las olas evitaba un silencio abismal. Los yucatecas escudriñaron serios a Cortés. Los cozumelanos observaban expectantes la dilucidación de la escena. De acuerdo con su liturgia, enviados de Baltasar se adelantaron con mantas resistentes y tagarninas humeantes para brindarles calor y placer. Ceremonia de bienvenida entre indios no comprendida por la Armada española. Los marinos del continente se secaron y fumaron solemnes. Sus rostros lagrimearon un tanto. Un olor fuerte y excitante despertó la envidia de los españoles, quienes no habían sido acogidos de guisa tan reconfortante.

-¿Por qué a nosotros no nos convidaron esas canabinas? -inquirió Cortés a los cozumelanos.

Exceso de tequila – Capítulo 13

 

Capítulo 14

Asentada la villa como base central de la compañía de Cortés, se continuó la avanzada en dirección a una región que los nativos llamaban Potonchán. La Armada fue descubriendo pueblos a diestra y siniestra. Corrientemente recibían ofrendas y un tratamiento amable y dócil. El capitán en persona se encargaba de derribar sus humilladeros, hacer añicos sus ídolos y dirigir las enclavaduras de cruces monumentales. Los clérigos les insistían a los sacerdotes locales que debían conservarlas limpias y barridas.

-Reverenciándola, tendréis excelente salud e inagotables sementeras -les indicaba Aguilar a los caciques ocasionales cada vez que se despedían de una aldea.

De cuando en vez, alguna partida de españoles era atacada por guerrilleros tabasquinos entrenados por Hatuey y el anciano-Brujo. De todos modos, el daño que les infligían era nimio, y los contraataques pergeñados por los capitanes de Cortés les afectaban seriamente.

Exceso de tequila – Capítulo 14

 

Capítulo 15

Cortés y su séquito estimaban mucho la amabilidad de los caciques tabasquinos. Se armó un clima de confraternidad que impidió un encarnizamiento desmedido de los sayones.

-Basta, por favor -suplicó además Malintzin, al percibir cómo le atenazaban las orejas a la enjuta víctima.

Catzontzin y otros señores lo devolvieron a su cepo de piedra. Paloantzin aconsejó a los españoles en varias materias. Su afición a los tormentos les cayó de maravilla a los mandamases de la Empresa. Les explicó las debilidades de los pueblos que iban a encontrar en su marcha a Tenochtitlán, ayudó a confeccionar mapas con las mejores rutas a tomar, y charló largamente con los frailes acerca de la nueva Divinidad extraña que debía adorar.

-¿Y cómo un hombre puede transformarse en Dios? -fue uno de sus interrogantes más ingenuos.

De cualquier modo, la doctrina era introducida más por la fuerza que por razonamientos teologales.

Exceso de tequila – Capítulo 15

 

Capítulo 16

La incognoscible y poderosa Tenochtitlán se le había puesto a Cortés entre ceja y ceja. En el trayecto a Cempoal hallaron más rasgos de su extraordinaria opulencia. Ya no tenían oportunidad de retrasarse. El capitán estaba jugado hasta la coronilla. Hacia occidente, en consecuencia, tenían que dirigirse. Los buenos bastimentos de los cempoalanos mereciéronle un mote a la ciudad: Villaviciosa. Allí las garras de Moctezuma habían hecho excelentes depredaciones. Sin derribar su arquitectura, se habían llevado el oro que deslumbraba a los corredores de campo, dejándolos una vez más en ridículo ante sus comandantes. Era escocedora la búsqueda de metal para los conquistadores, y el emperador mexica estaba al tanto de sus objetivos. Soberbios retratistas habían realizado pictografías certeras de los rostros y caballos españoles. Su dios Quetzacoatl volvía modernizado. Registraron al detalle su extraterrestre armamento. Y encima, sus correos eran más veloces que los de Cortés. El estaba enterado de que la Corona era un país de ultramar repleto de fanáticos de Jesucristo. Ya en lengua nahua existían nuevos y cuantiosos vocablos que aludían a sus chaladas ambiciones. También sabía que se estaban armando muchas Empresas como la suya, y que inclusive podían enfrentarse entre ellas, y él triunfar sobre todos aquellos Barbudos y así acrecentar su gloria, asesinando, ¡por qué no!, a la mismísima Deidad vengadora.

Exceso de tequila – Capítulo 16

 

Capítulo 17

-«Y por su imbecilidad, su humillante decisión de invitar cordialmente a los fanáticos extranjeros a las reposadas moradas de nuestros dioses, Moctezuma les incautará veinte guerreros y veinte vírgenes para sacrificar a nuestro Huichilobos (equivalente gallego a Huitzilopochtli), protector infinito, para que nos dé la victoria sobre los bárbaros invasores. Sé que no es necesaria una ofrenda tan común para vencer a los blancos y sus caballos, pero vosotros os ganásteis el castigo con vuestro comportamiento indigno. Ja, ahí los veo en el fondo a los teúles, con esa puta que según nuestros servicios de inteligencia fue desheredada por su temperamento repulsivo. Ahora hace de traductora la muy ladina. Vamos, perra, cuéntales cómo los estoy desafiando, que no le tememos a ese Dios insulso que cuelgan de sus rústicas cruces de madera» -provocó el recaudador mexica.

Exceso de tequila – Capítulo 17

 

Capítulo 18

Punidas las sublevaciones, reparados los músculos de los equinos, fortificada y poblada la Villa Rica, la Armada toda se desperezó de un humor estupendo, e inició su traslado a Cingapacinga, guiada por dos mil capitanes cempoalanos ávidos de vengar las maldades de los mexicas. Malintzin sacó a relucir uno de sus caprichos de preñada.

-Pasemos por el tanguez -le rogó a su Señor.

A mi traductora siempre se le ocurren cosas a último momento -exclamó don Alonso.

Media legua debían desviarse para acceder a su deseo. El mercado estaba emplazado junto al nuevo camposanto de la Villa. Convergían allí tribus de diversas latitudes a colocar sus productos. Muchos dormían a la intemperie. Largaban humos para ventilar el olor a español y cavaban pozos donde enterrar sus inmundicias. Racimos de nativos se agolpaban en los escasos puestos que aún tenían mercadería extranjera (desperdicios navales, mapas rotos, tinteros agotados, etc.). El maese de campo avió un carruaje y unos sacos para abastecerlos de frutos. Cortés se subió a Arriero y les exhortó a sus soldados practicar ejercicios livianos hasta su regreso. También se desplazaron al tanguez los trujamanes y Olid.

Exceso de tequila – Capítulo 18

Capítulo 19

Lo que más amilanaba a estos indios de las alturas eran los lebreles entrenados por Francisco de Lugo. Sus ladridos nocturnos convulsionaban el sueño del cacique, quien precipitado acudió a la tienda del capitán a preguntar qué clase de bestias traían, qué rugidos voraces eran aquellos. Cortés dispuso que lanzasen unas lombardas para amedrentar todavía más a Olintecle. Pero ni las mantas y el oro que el mismo Señor de los mexicas les había remitido a los españoles sirvieron para suavizar la aspereza de su trato. Los zocotlanos, viendo que unos cempoalanos les daban comida a los perros extranjeros directamente en sus fauces, y que cepillaban con cariño los lomos de sus caballos, se acercaron a averiguar por qué ayudaban a los Barbudos.

Exceso de tequila – Capítulo 19

 

Capítulo 20

-Por fin, de a poco, nos vamos entendiendo -afirmó Cortés.

Luego estornudó fuerte.

-¿Cómo se les dice, querido, a las personas que estornudan? Lo he olvidado. Míra, tu catarro aún no ha desaparecido -dijo Malintzin, acariciándole la barba.

En sus frases ella intercalaba alguna palabra en nahua para suscitar su interés.

-Se le desea que restablezca su salud, es una simple fórmula de cortesía -contestó él.

Exceso de tequila – Capítulo 20

 

Tercera Botella

Capítulo 21

El equipo de traductores se esforzaba por enmendar los yerros de los soldados, pretendían instruirles nociones de mitología y política mexica a los capitanes, pero estos se mostraban reacios a sus intentos. Fray Bartolomé de Olmedo sí atendía a sus disertaciones:

Huitzi les ordenó a sus mexicas seguidores que fueran a Culuacán y robaran la hija de su rey Achitométl. Tenía ganas de compartir su morada con una diosa, una Yaocíhuatl, «la mejor mujer-guerrera posible». La cuestión es que cuando Achitométl supo quienes eran los ladrones de su hija, salió horrorizado a darles caza con sus honderos y flecheros más diestros. Huyendo de su alcance, los fugitivos hollaron la tierra edénica que les había destinado su Dios. Encima de un nopal, un águila se estaba dando un banquete. El terrible pajarraco los escudriñó con torvo talante, quizás pudiera cazar alguno para aderezar el meollo jugoso de serpiente que se estaba tragando. Antes de establecer una sana convivencia con la aves, veneraron en fiestas los cuantiosos muertos de ambas partes. Luego eligieron a su primer Señor o Taotlani, Acamapichtli. Maxtlatzin, cacique tepaneca de pocas pulgas, los maltrató severamente. Cuando ya los tenía cercados para exterminarlos, apareció la figura de Tlacaélel, quien daría luz a una formidable visión del mundo, llevar a su pueblo a una abundancia y felicidad cabales. Para alcanzarlo, debían adoptar una actitud místico-guerrera.

Exceso de tequila – Capítulo 21

 

Capítulo 22

La tarde en el real estaba cálida. Sobre su patio seco y polvoriento el lacayo Figueroa contábales unos chistes a los guardias de la Comandancia. Olid paseábase en su potro. Los artilleros habían abandonado sus posiciones para atender al criado de Cortés y el maese Cristobal los amonestó.

-Retornad de inmediato, idiotas. ¿No véis que es un chapucero sin gracia?

En el bufete del capitán Hernancito gateaba sin rumbo definido. Malintzin aseaba con un plumero unos libros raídos. Cortés, acostado y con calenturas, leía a César: le agrandaba el espíritu y aquietaba sus impulsos. Su esclava ya era para él un tipo de secretaria-privada eficiente y alcahueta. Olía confabulaciones por todas partes, y contestó duramente a Cortés luego de que él le prohibiera tener otros amantes. En público se relacionaban muy de otro modo, eran casi como una Divinidad Dual, tan acordes y veloces como los tamborileros tabasquinos, resolvían las ceremonias en las que pactaban alianzas con distintos caciques tlascaltecas.

Exceso de tequila – Capítulo 22

 

Capítulo 23

Mientras aguardaban a las tlascaltecas prometidas, Malintzin acompañó al Viejo en una recorrida por todo el campamento. En intimidad, Maseescaci le rogó a doña Marina que no recibieran más a los enviados de Mocte.

-Xicotenga no ha abandonado todavía la idea de castigar vuestros crímenes. Las actitudes inhumanas de tus amos extranjeros lo enceguecen de rencor. Son muy calculadores, excesivamente celosos e hipócritas. No es posible que nos amistemos con los mexicas. Nuestro Dador de la Vida nos ha ordenado que los ataquemos con todas nuestras armas, y si tus Barbudos se dejan comprar por su oro, arruinarán los anhelos del Dador, y eso no lo permitiremos: preferimos morir por la defensa de nuestras creencias -le peroró el adivino.

Exceso de tequila – Capítulo 23

 

Capítulo 24

Dos meses le llevó a la Armada pacificar la provincia. Hernancito fue entregado a las manos de la abuela, un bebé no podía tolerar el ritmo de la conquista. A Malintzin la preñaron de nuevo. Seguramente el vástago era de Alvarado, se lo atribuyeron en cambio a Juan Jaramillo, un capitán que tenía un vasto harén de indias, casi tan sofisticado como el de su querido Catzontzin. La traductora no era una concubina más para él, la cuidaba como una joya, y le consentía la mayoría de sus antojos desquiciados. Alcanzó a convencerla de que debía reducir su cantidad de amantes.

-Conmigo y Cortés te resultará suficiente.

Por las noches, penetrándola los dos a la vez, se lo demostraban. El sexo los reanimó a emprender la marcha a Tenochtitlán. El capitán había optado por la vía de Cholula. Maseescaci se lo había recomendado. Xicotenga los instaba a ir por Huexotzinco.

Exceso de tequila – Capítulo 24

Capítulo 25

Xicotenga el Ciego y Maseescaci asesoraron en varias cuestiones a los mandamases de la Armada. Caciques de diversas estirpes, entre ellos Cuautebana, les remarcaban a los españoles que para derrotar a los tenochcas debían tomar sus azoteas. Se inició pues el lento camino a Tenochtitlán. Los invasores durmieron la primera noche en Cuitlahuac, un pueblito orillero. La mitad de sus casas flotaban sobre una laguna; la otra mitad, reclinadas, estaban erigidas sobre una sierra. Los teúles se sorprendieron de ver a las cabañas deslizarse por las tranquilas aguas rodeadas de volcanes. Mediante delgados remos, lograban cruzar de una montaña a otra. Estas casas-barcazas tenían dos puertas y techo de bálago, pisos de troncos pulidos y una humedad que a los barbudos les resultaba asfixiante. Allí pescaban felices y disolvían sus horas en un bienestar permanente, aunque, como buenos ladinos que eran, no se ahorraban quejas inspiradas por las maldades de Moctezuma.

Exceso de tequila – Capítulo 25

Capítulo 26

Con extremado concierto se organizó pues el desplazamiento del ejército de Quetza a los albergues mexicas. Miles de tamemes condujeron los avíos de la Empresa y otros tantos ya cocinaban manjares en su honor.

-Yo os acompañaré a la casa de Coadlabaca -anunció Mocte.

En sus bellos patios aderezados con guirnaldas y máscaras el Emperador correspondió la gentileza de Cortés abrochándole al capitán un collar bastante más opulento que el español.

-Quetza, disfruta de nuestros favores y reposa lo más que puedas. En la profundidad de mi ánimo deseo que tu estadía en Tenochtitlán sea harto placentera -declamó Mocte con solemnidad.

Exceso de tequila – Capítulo 26

 

Capítulo 27

Las atracciones que los mexicas habían preparado para agasajar a los teúles comenzaron a mermar. El anfitrión les ofreció recorrer su serpentario. Cortés y Malintzin, cansados, desistieron y fuéronse a su estancia. Alvarado aceptó pero apenas ingresó al «Patio de las Culebras» se escapó corriendo, tapándose los oídos y con las espada desenvainada. Había bastante que admirar en los parajes de Coadlabaca, y el alba encontró a los españoles explorando sus innumerables maravillas.

Exceso de tequila – Capítulo 27

 

Capítulo 28

A la semana de su arribo, la Armada estaba mejor asentada en Tenochtitlán. Cortés le pidió a Coadlabaca albañiles para construir una iglesia. Dos días tardó el emplazamiento de su armazón. Las misas empezaron a todo ritmo, y pronto se acabó el vino. Peñate lo recomendaba a los soldados atacados por bubas y calenturas, y las dos tinajas que había enviado Escalante duraron apenas tres días. Cuando Moctezuma acudía al real Olmedo instigaba a la tropa a ponerse reiteradamente de rodillas, especialmente para la entonación del Avemaría.

Exceso de tequila – Capítulo 28

 

Capítulo 29

El capitán no era tan extremista como Alvarado, pero tampoco se mantuvo ocioso. Envió de teniente a la Villa Rica a un capitán hidalgo, Alonso de Grado. El Alguacilazgo Mayor se lo concedió a Gonzalo de Sandoval. La Empresa volvía a extender sus redes. Moctezuma se reconcilió con la lengua. Sus diálogos eran calientes y divertidos.

-Oye, doña Marina, ofrécele mi hermosa hija Capalitzina, o mejor le entrego al más pequeño, Chichicultoc, para que lo eduquen cristiano -dijo el prestigioso preso a Malintzin.

Exceso de tequila – Capítulo final

Se acabó el tequila, carajo.

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